"¡Ya no me molesta esta maldita enfermedad!"

Cuando se murió mi mujer hace 3 años, la casa quedó muy triste y silenciosa. Tan silenciosa que hasta me pitaban los oídos. A Lupe le gustaba canturrear, siempre andaba parloteando y contando cosas. Y después llegó este silencio atronador. Me afectaba mucho. Tenía la cabeza a punto de explotar, pasaba noches sin dormir...

Hasta que conocí a Elena en el centro de día del barrio. Una mujer muy amable, alegre y cordial. Cuando hablaba con ella, me preguntaba si oía bien lo que me decía. Pensaba que oía bien, pero resulta que entendía cosas totalmente distintas a lo que me decía. Y notaba un zumbido en los oídos...

Elena me dijo que era posible luchar contra ello. Me ayudó a encargar esta fórmula. No es que me lo creyera mucho, pero como es todo natural, no me iba a hacer daño. Pues al final funciona, me di cuenta que ya no tenía que subir el volumen de la radio o la tele al máximo para silenciar estos zumbidos. Mi calidad de vida ha aumentado inconmensurablemente. Y cuando voy de paseo con Elena hasta podemos susurrarnos palabras bonitas. Así que he llegado a la vejez con un oído nuevo y mujer nueva.

"¡Abuelita, abuelita, socorro!"

Así gritaba mi nieta un día. No la oía y estuvo a punto de suceder una tragedia. Por suerte, un vecino oyó los gritos desesperados de Inés y la sacó de un agujero profundo lleno de barro. Por desgracia, mi yerno me prohibió cuidar de mi nieta después de eso. Se me rompió el corazón. Y todo por culpa de mi oído...

Entonces, el vecino me recomendó este tratamiento. ¡¡Ahora lo oigo todo!! A veces hasta bromeo diciendo que oigo mejor que los murciélagos. De hecho, una vez le salvé el pellejo a mi yerno, porque escuché el claxon de un coche y él no, y casi nos lleva por delante un camión. Vaya cómo me dio las gracias después. Lógicamente ya no está en contra de que cuide a Inés.